Hace casi tres años nos recibiste en tu casa. Detuviste tu vida y tus proyectos, así como se lo habías prometido a Mamá. Todo, para que nosotras estuviéramos protegidas, consentidas, apapachadas y siempre, siempre bien cuidadas.
Aun cuando a Mamá le seguía costando trabajo dejarnos cada mañana, desde entonces y hasta hoy ella sabe que no había un mejor lugar para dejarnos que en tus brazos. Eso hizo que ella pudiera seguir creciendo en su carrera y pudiera seguir trabajando junto con Papá por todo lo que siempre han querido darnos. Gracias a ti y al Abuelo, cada mañana al subir esa escalera cargando huevitos, pañaleras y ojeras, ella tenía la completa tranquilidad de que sus más grandes regalos estaban absolutamente seguros. No hubiera sido así de no ser por ti.
Gracias, abue. Gracias por ser el mejor pilar, la mejor cuna, el mejor de los abrazos. Gracias por tu amor, por tu fortaleza interminable, por tu compromiso inquebrantable, por levantarte cada mañana a recibirnos con una sonrisa en la puerta de tu casa, a pesar y en contra de cualquier dolor de cabeza. Gracias por todo lo que nos enseñaste; porque gracias a tu experiencia y a tu disciplina, hoy somos dos niñas grandes, sanas y tan despiertas.
Gracias por cada pañal que cambiaste, por cada biberón que nos ofreciste, por cada arrullo con que nos dormiste, siempre a tiempo. Gracias por los baños con agua tibia, por cuidar de nuestras siestas y hasta el día de hoy, ser capaz de mandar callar camiones y silbatos en la calle para que no nos molesten. Gracias por tu comida deliciosa, por enseñarnos a comer de todo, por tu paciencia y por enseñarnos a reír a carcajadas. Gracias
por todas tus canciones, por habernos enseñado a recitar La Caperucita, Rin Rin Renacuajo y El Elefante del Circo, como hace años se las enseñaste a Mamá. Gracias por jugar todas las tardes a las muñecas, al Super, al doctor, a los disfraces y a la resbaladilla. Gracias por haber remodelado tu casa y convertirla en un Gymboree hecho y derecho.
Hoy empezamos una nueva etapa en nuestras vidas y llegamos a ella felices, preparadas y en el momento justo… una vez más, gracias a ti. Vamos a extrañar poder llegar en pijama, despeinadas y apenas despiertas para desayunar juntas. Vamos a extrañar que nos bañes y nos vistas. Vamos a extrañar el poder llegar y preguntar si el Abuelo ya despertó. Ahora nos toca ir a vivir nuevas experiencias, hacer muchos amigos, aprender muchas nuevas cosas… pero ¡cuántas de ellas ya sabemos gracias a ti!
Gracias por enseñarnos quién es Mamá Lupita y quién es Diosito… Ahora sabemos que a Ellos debemos dar gracias por nuestros alimentos, por nuestras alegrías y por regalarnos la bendición de tenerlos a ustedes como Abuelos.
Aún ni siquiera lo sabemos, pero ustedes son ejemplo y modelos a seguir siempre.
Abue, ahora que vamos por esta nueva aventura, no queremos soltar tu mano; así como Mamá nunca ha querido hacerlo a pesar de los años. Y es que no hay lugar más reconfortante y tranquilo que a tu lado. Nos toca a todas ser valientes, secarnos las lágrimas y aprender que sin importar en dónde estemos, Abue siempre está con nosotras. Ahora estaremos esperándote en la escuela para que seas la primera en saber cómo nos fue y todo lo que aprendimos, así como fuiste la primera en ver nuestros primeros pasos en el piso de tu casa. Siempre de tu mano.
Gracias, Abue por estar siempre ahí. Gracias por todo el amor que tú y el Abuelo nos regalan. Gracias por habernos cuidado y por seguirnos cuidando hoy. No hay nadie como ustedes.
Desde este primer día, les dedicamos cada esfuerzo, cada nuevo aprendizaje y cada nueva sorpresa con la que nos vayamos maravillando todos los días. Los amamos muchísimo.
Andrea y Maria José.